Te quiero contar mi historia
Durante mi infancia, muy seguramente debido a que me tocó lidiar con muchas dificultades, siempre me acompañó una fuerte sed de conocimiento, un anhelo de entender y comprenderme a mí misma y al mundo que me rodeaba. Era tanta la necesidad de saber que de bien joven, allá por los quince años, inicié un camino de búsqueda interior.
Aquella fue una época de sufrimiento, a la que posteriormente se le sumaron los altibajos y la confusión que, en general, suelen experimentarse durante la adolescencia. Aún así, a pesar de todo, había un remanso de lucidez y de consciencia que moraban en mi interior y que me impelían a indagar y buscar respuestas de carácter transcendental.
A los dieciséis años, una parte de mí más inteligente que yo tomó las riendas y aceptó la propuesta de un gran amigo, que venía ayudándome desde hacía tiempo, de dejar el hogar en el que vivía con mi madre.
Tomar una decisión de tal calibre a esa edad no fue nada fácil. A menudo el dolor me impulsaba una y otra vez a querer regresar a casa. Sin embargo, algo en mi interior me decía que aguantara, que aprendiera de la experiencia. Tocaba decidir entre un futuro incierto o quedarme marchitándome en un sinsentido de vida.
Un año después, debido a la desestructuración psicológica que padecía, me vi obligada a dejar los estudios de Bachillerato, que no retomaría hasta al cabo de unos años para poder continuar con otros estudios superiores.

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Todo esto me llevó a pasar varios años haciendo terapia, hasta que finalmente entré en contacto con un grupo de personas que realizaban encuentros cuyo objeto era el autoconocimiento a través del estudio de las enseñanzas de una filosofía de origen hindú, llamada Vedanta Advaîta, que había sido sistematizada por un pedagogo y maestro de meditación llamado Sesha. Fue en este grupo en el que por primera vez me acerqué al análisis y a la comprensión de conceptos como la atención y su naturaleza, el ser consciente, el Presente y el trabajo interior, etcétera.
En dichos encuentros realizábamos juegos y dinámicas que nos llevaban muchas veces al límite de la psique, con el objetivo de tomar consciencia de nuestros hábitos mentales más frecuentes. Ahí aparecía el miedo, la duda, la baja autoestima, el sufrimiento y otros por el estilo. Lo que se buscaba era promover la atención y el “darse cuenta” para poder así, soltar aquellos patrones.
Poco a poco el trabajo que realicé empezó a dar sus frutos, llegando a alcanzar profundas certezas y comprensiones acerca de mí misma y del entorno. Con el tiempo, nos propusieron preparar talleres con temas concretos dirigidos al grupo, y fue así que comencé a hacer mis primeros pinitos en el ámbito de la pedagogía.
Con los años, todo lo que aprendí me sirvió para construir un “yo” estable, que ahora busca su disolución. La enseñanza del Advaîta me ayudó a reconstruir mi mundo interior y, gracias a ello, pude retomar mis estudios y la vida con más dignidad. En paralelo, despertó y floreció la habilidad de la pedagogía y del acompañamiento a otras personas, hasta el punto de dedicarme profesionalmente a ello.



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La Astrología Pedagógica
Tendría catorce años la primera vez que vi una Carta Natal. Mi terapeuta la utilizaba como herramienta para orientar a las personas que trataba. Fue fascinante escuchar a alguien, que en aquel momento apenas me conocía, interpretar mi Carta Natal poniendo palabras a procesos autobiográficos que ni yo misma era capaz de explicar.
Por otro lado, pensar que la posición de los cuerpos celestes en el momento del primer aliento de vida pudiera determinar unas tendencias físicas y psicológicas era una idea bastante loca.
Jamás me había planteado la Astrología como vía de autoconocimiento. Tampoco imaginaba que algún día llegaría a poder manejar un lenguaje que consideraba sagrado y, al mismo tiempo, exclusivo de personas con ciertas habilidades especiales.
Cuando empecé a asistir a cursos de Astrología la intención no era aprender a interpretar Cartas Natales, sino más bien adentrarme en las profundidades de mi Ser apoyada en los arquetipos de signos, planetas y aspectos dispuestos en las casas de mi Carta Natal.
De tanto investigar y practicar, el lenguaje astrológico se integró casi sin esfuerzo. Hoy no sabría decir cuándo aprendí a interpretar una Carta Natal. Lo cierto es que la Astrología, tal y como la asimilé y la enseño en la actualidad, está lejos de procesos racionales.
Quien interpreta una Carta Natal ha de desarrollar una exquisita habilidad que va más allá del acopio de la información que ofrecen los elementos que la componen. Es una habilidad que nace de la mano de estados de Atención Eficiente o de momentos absolutamente presenciales que abren la puerta a la intuición.
La intuición permite navegar sin límite por el universo de los arquetipos de una Carta Natal, de las ideas jamás pensadas, para poder sintetizar con palabras lo que en cada instante merece ser conocido y aprendido. La intuición otorga a quien interpreta el regalo de la libertad de saber sin duda alguna. Esto educa el sistema cognitivo del astrólogo o la astróloga que, sin ningún esfuerzo, permanece entregado o entregada a un exquisito Presente donde las necesidades del oyente son lo único relevante.
La Atención y la práctica de la No-dualidad
Tenía quince años cuando asistí por primera vez a un seminario de meditación. El seminario lo impartía Sesha, referente de la filosofía Advaîta y de la No-dualidad en Occidente, en una sala pequeña en Bilbao.
En aquella época, cuando enseñaba, Sesha utilizaba muchas palabras en sánscrito y su oratoria era sumamente abstracta, por lo que entender las explicaciones teóricas era una tarea bastante ardua. Aún así, algo en mí sabía que aquellas palabras, aquella magnética dicción, albergaban mucha verdad, una profunda sabiduría y un gran conocimiento empírico de lo expuesto.
Sesha era y es un prodigio de saber, una enciclopedia que tiene respuestas a todas las preguntas, un ser cuyo estatus interior poseen muy pocas personas. Es un gran filósofo que ha alcanzado en muchas ocasiones la experiencia de Lo Absoluto, internándose en estados superiores de cognición como el samadhi.
Durante ese primer encuentro Sesha supo ver mi ignorancia, pero también mis ganas de aprender. En un momento del seminario me cogió como voluntaria para hacer un juego de atención, que consistía en evocar recuerdos para después retirarlos y poder alcanzar, si la atención había estado correctamente dispuesta en el juego, la experiencia de la vacuidad interior.
Tras el ejercicio, cuando abrí los ojos, el espacio de la sala era absolutamente novedoso por su viveza. Todo tenía más brillo, todo estaba quieto y dinámico a la vez. No había inquietud alguna, es más, dentro de mí habitaba una inmensa alegría sin objeto que jamás antes había advertido. Aquella fue mi primera experiencia No-dual, que me marcó para siempre.
Los siguientes años me dediqué a estudiar y analizar el modelo planteado por Sesha. Cuanto más ahondaba en él, más sentía que era un sistema absolutamente coherente y aplicable al mundo de la terapia o la educación. Tanto es así que finalmente iniciamos el proyecto EAE (Educación para una Atención Eficiente).
En la actualidad sigo con la práctica meditativa en la intimidad del hogar, impartiendo cursos o asistiendo de manera frecuente a retiros de meditación que imparte Sesha.






La Pedagogía
La habilidad de la pedagogía despertó en mí cuando asistía a las dinámicas de grupo, estudiaba Astrología y, un tiempo después, cuando participaba en una formación de Advaîta aplicada al campo de la educación.
Mientras hacíamos la formación, surgió un grupo de ocho mujeres que nos reuníamos para reflexionar y trabajar sobre los conceptos y las ideas que íbamos aprendiendo. Eran ideas tan redondas, tan brillantes y tan exquisitas que después de cada encuentro todas salíamos exaltadas por lo aprendido.
Poco a poco empecé a intuir que esas reflexiones no eran ideas utópicas, sino que era posible ponerlas en práctica. Tanto es así que empecé a introducir juegos y dinámicas para trabajar la atención y la presencialidad en unas clases de yoga que impartía y que estaban dirigidas a niños y niñas. Allí me di cuenta que la teoría era totalmente aplicable a la educación y la pedagogía en general.
A su vez, en una lectura que se hizo sobre mi Carta Natal, destacaba mi capacidad filosófica, reflexiva y pedagógica. Eso fue lo que me impulsó a iniciar como profesora los primeros cursos de Astrología en el año 2014.
En paralelo, fruto de mi interés por conocer más el cuerpo y la mente humana, seguí formándome en técnicas como el Reiki y el DFA según el método de Rosa Seguí.
Después de todo el aprendizaje realizado, y ya desde hace varios años, me dedico plenamente a acompañar a niños, niñas, adolescentes y personas adultas en su camino de autoconocimiento y crecimiento interior.

ANE URIARTE



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